Las artes escénicas como elemento de desarrollo emocional y educativo.
Este artículo parte del principio de que el bienestar debe ser una de las metas importantes de la educación. Dicho de otra forma: el objetivo de la educación es fomentar el bienestar personal y social. ¿De qué tipo de bienestar estamos hablando? Del emocional, que consiste en experimentar emociones positivas. Lo cual es lo más próximo a la felicidad. Pero para ello es necesario aprender a regular de forma apropiada las emociones negativas. Esto implica el desarrollo de las potencialidades que favorezcan una vida significativa, plena y satisfactoria; es decir, el objetivo de la educación es posibilitar que las personas puedan evaluar de forma positiva la calidad total de su vida. Unas potentes herramientas, para que se pueda conseguir este reto, son las artes escénicas.
Conviene dejar claro que el bienestar tiene una dimensión personal y otra social. Esto puede prevenir críticas sobre una concepción individualista de la educación que sólo piense en el bienestar personal. Hay que trascender la visión miope del bienestar individual para orientarnos hacia el desarrollo integral de las personas dentro de sus respectivas organizaciones. El objetivo es el bienestar social en interacción con el bienestar personal. La interpretación, y por lo tanto el teatro, trabajan sobre ambos aspectos; empezando primero desde el autoconocimiento emocional para después pasar al aprendizaje en grupo.
La educación tiene en consideración las artes escénicas como herramienta educacional, pero de forma muy limitada y sin darles el lugar que les corresponde. Casi siempre, el programa ministerial español, se enfoca a la escolarización más que a la educación en su sentido más amplio. No hay que confundir educación con escolarización: desgraciadamente la segunda es lo que se hace en los centros de educación infantil, primaria y secundaria. Escolarización equivale a educación formal. Pero la educación es un concepto mucho más amplio que se refiere a cualquier proceso de aprendizaje en cualquier contexto. Incluye, por lo tanto, la escolarización, la educación en la familia, la formación en las organizaciones y la educación continua a lo largo de la vida. “Aprender a vivir” es el verdadero sentido de la educación, y las artes ayudan a la expresión, al autoconocimiento y a la capacidad de convivir. Hacer teatro es una manera para aprender valores el trabajo en equipo, ayudar a los compañeros, superar los miedos, etc.
Noddings (2003), en un libro titulado “Happiness and education”, señala la importancia de que los centros educativos preparen para la vida y no solamente para lo que denomina “habilidades económicas”. Argumenta como la educación tiene que asumir muchas funciones que antes habían pertenecido a la familia. El sistema social ha cambiado. Hoy no se puede esperar que todas las familias eduquen a sus hijos en valores y desarrollo afectivo. Son dignas de elogio las familias que lo hacen. Pero la realidad es que hay un sector importante de familias que no lo van a hacer. Aparte de la falta de tiempo, no lo van a hacer porque no saben cómo hacerlo. Las familias muchas veces no están preparadas para educar en la autoestima, en competencias sociales y emocionales, así como para la felicidad. Se necesita formación para ello y profesionales cualificados que sepan manejar a los alumnos en ese terreno desconocido. En el caso del teatro, su poder se puede aprovechar al máximo cuando la persona que lo imparte sea un profesional; pero desgraciadamente, casi siempre, cualquier persona se puede encargar de esta actividad, sin poder sacarle así el máximo del provecho y convirtiendo el teatro simplemente en algo lúdico sin trascendencia.
Igual que en este caso, pasa lo mismo con la educación en general. Utilizar estas técnicas como medio para educar emocionalmente a un alumno conlleva una formación que muchas veces ni el mismo profesorado ha recibido. El profesorado, y las familias en su situación, necesitan una formación para poder educar a las futuras generaciones en la perspectiva del bienestar. Educación emocional, bienestar y formación, son unas responsabilidades compartidas, donde hay que establecer unos vínculos estrechos de colaboración entre los centros educativos y las familias, con el apoyo de la Administración pública, para enfocar un proyecto social común basado en una formación artística sólida.
Hay que buscar alternativas creativas para hacer esto viable. Respecto a las familias, conviene utilizar los recursos del “espacio familiar” o escuela de madres y padres, charlas, conferencias, cursos, talleres, etc. Casi lo mismo se puede decir del profesorado, si bien en este caso, hay que potenciar una formación inicial y una formación continua acorde con los tiempos actuales. El primer paso es tomar conciencia de la formación que necesitan tanto el profesorado como las familias en este aspecto.
Tomando conciencia de la realidad que nos rodea, hay que reconocer que muchas de las competencias básicas para la vida que se adquirían en la familia, hoy en día no se pueden dar por obvias en la educación familiar. Esto sería no tocar de pies en el suelo. Se necesita que la escuela se implique en las competencias emocionales y sociales. En la educación formal por lo tanto, deben estar presente las artes escénicas como herramientas de desarrollo de las competencias básicas para la vida y el bienestar.
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